sábado, 10 de abril de 2010

los amores invencibles


Asistí a nuestro funeral impasible, como un cuadro de mirada estoica. El aire mecía las flores y mi pelo tratándose de llevar los motivos de la indiferencia para vernos llorar. Ni un suspiro, ni un sollozo, ni un pésame. Un poco de lluvia perezosa y helada comenzó a resbalar por mis pestañas y jadeos, y se llevó, casi sin darnos cuenta, todas las tardes de verano. Se fueron los besos y los domingos también. El dolor se hizo intenso aquí, cerca del pecho. Lo presioné con la mano húmeda y asentí. Llevo toda una vida creyendo en el amor pero no pude evitar que pasara. ¿Cómo pudo ocurrir? ¿Cómo pudiste dejar que muriera?

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